miércoles, 30 de marzo de 2011

La Comunicación Epistolar

LA TRISTEMENTE DESAPARECIDA COMUNICACIÓN EPISTOLAR
Por: Janeth Celis Q
Carta de Simón Bolívar a Manuela:
Manuela:
Llegaste de improviso, como siempre. Sonriente.
Notoria. Dulce. Eras tú. Te miré. Y la noche fue tuya.
Toda. Mis palabras. Mis sonrisas. El viento que respiré
y te enviaba en suspiros.
El tiempo fue cómplice por el tiempo que alargué
el discurso frente al Congreso para verte frente a mí,
sin moverte, quieta, mía…


Utilicé las palabras más suaves y contundentes;
sugerí espacios terrenales con problemas
qué resolver mientras mi imaginación te recorría;
los generales que aplaudieron de pie no se imaginaron
que describía la noche del martes que nuestros caballos
galoparon al unísono; que la descripción de
oportunidades para superar el problema de la guerra,
era la descripción de tus besos.
Que los recursos que llegarían para la compra
de arados y cañones, era la miel de tus ojos
que escondías para guardar mi figura cansada,
como me repetías para esconder las lágrimas
del placer que te inundaba.

Y después, escuché tu voz. Era la misma.
Te di la mano, y tu piel me recorrió entero.
Igual… que los minutos eternos que detuvieron
las mareas, el viento del norte, la rosa de los vientos,
el tintineo de las estrellas colgadas en jardines secretos
y el arco iris que se vio hasta la media noche.
Fuiste todo eso, enfundada en tu uniforme
de charreteras doradas, el mismo con el
que agredes la torpeza de quienes desconocen
cómo se construye la vida.

Mañana habrá otra sesión del Congreso.
¿Estarás?

Simón.
Eran otros tiempos, eran otras épocas, eran otros cantos; las cartas cumplían una función mucho más profunda que el sólo hecho de transmitir una información, un mensaje, una misiva, sin la rapidez que lo hace hoy el correo electrónico. Se esperaba con ansias la carta del amado, a veces semanas, a veces meses, y cuando llegaba, era el éxtasis, el salto alegre del corazón adivinando las sentidas palabras, las historias del ausente, las aventuras en tierras lejanas, lo mucho que extrañaba las miradas, los besos, el simple roce de una mano.
El amor idílico, el de los poetas, el del romance duradero, el de esperar el tiempo que fuese necesario, porque la promesa bastaba, y la palabra, tan sagrada, más valedera que cualquier contrato notariado. La comunicación epistolar, la carta, con la que se comunicaron el amor nuestros abuelos, tal vez hasta nuestros padres, hoy ha desaparecido, ha sido reemplazada por postales animadas en internet que ya dicen lo que sientes, sin tener que pensar demasiado, e-moticons que expresan los estados de ánimo, de manera muy gráfica, para no tener que usar tampoco palabras.
Todo resulta muy práctico, no hay tiempo que perder si estas chateando al tiempo con cinco amigos, o más bien conocidos. El ciberespacio cambió la forma de ver el mundo, la velocidad; el tiempo de espera, es inmediato, si no, no resulta, te genera aburrimiento, o sabes de una vez, que esa persona no está interesada en ti, cuando no, te borra del Pin. No hay excusas, es una comunicación directa, que ha perdido todo el romanticismo, o peor aún, ha perdido la palabra.
No hay caso, lo digo por experiencia, yo, que soy amante de la palabra, cuando pineo por el blackberry, reviso la ortografía, si la frase está bien construida o dice lo que quiero que diga, cuando menos lo pienso, ya me han devuelto el mensaje dos veces. No soy capaz de ser así de veloz, me imagino que también se ha vuelto una habilidad el escribir tan rápido con los dedos pulgares, y con medias palabras, en una taquigrafía nueva, que sólo los adolescentes y jóvenes la entienden.
Marshal Mcluhan aventuró desde los años 60 todas las transformaciones que estaban generando los medios de comunicación en el mundo, hasta el punto de acuñar el término de Aldea Global, para describir la interconexión global generada por los medios electrónicos de comunicación. Planteó que el medio es el mensaje, y si en aquella época eso sonaba profético, hoy es una realidad, por la forma como la dinámica del medio, especialmente la internet, los ambientes gráficos, los recursos, se han vuelto gran parte del mensaje.

El filósofo afirmaba que toda tecnología es una extensión de nuestro cuerpo, mente o ser, así, el pie se prolonga en la rueda, como el dedo en el pincel y la piel en el vestido. El computador es una prolongación del sistema nervioso central, la pantalla es una prolongación de la vista, el teclado de los dedos, el teléfono del oído. Cualquier modificación en los medios de comunicación (extensiones artificiales de la existencia sensorial) produce perturbaciones en el sistema nervioso central, en los sentidos, que obliga a reestructurar pensamientos y sentimientos, a tal punto, que no sería descabellado pensar en todas las perturbaciones que produce en nuestros sentidos el estar conectados a estos medios electrónicos.

Por eso ahora, la emoción es cuando la lucecita roja aparece alumbrando en el teléfono y guardas la esperanza de que sea un mensaje del chico o chica que te gusta, que con palabras cortas llenas de e-moticons, o de emociones, te envía mensajitos. Con la misma intensidad de la comunicación epistolar?...yo no lo creo.


2 comentarios:

  1. Es cierto. Hoy en día se perdió ese romanticismo y ese sentido de con nuestras propias manos, escribir sobre papel. Ahora todo se redujo a aparatos electrónicos que conllevan a la alienación... Todo tiempo pasado fue mejor...

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